Por Javier Aguilera, vocal de la AEPD Granada.
En demasiadas ocasiones me tienta la idea de salir a la calle con una metralleta para poder liberar a la humanidad de algunos de los muchos inútiles que forman parte de ella. Que nadie se preocupe, jamás lo haré. Ni tengo perfil de psicópata ni soy violento; lo único que mato, cuando se vuelven más ‘jartizas’ de la cuenta, son moscas. Sin embargo, aparece constantemente esa necesidad irrefrenable de quitar desechos humanos de en medio, ese deseo de que haría falta que lo que ocurre en el inicio de la aclamada The Leftovers fuera verdad -dejándome elegir a mí los que desaparecen-, esa empatía total con el Michael Douglas de Un día de furia.
No sería una matanza al uso sino un cuidado, responsable y necesario ejercicio de limpieza social para que todos pudiésemos vivir un poco mejor. O no estaríamos más a gusto, por ejemplo, sin el sinvergüenza que no limpia la mierda que su perro deja en la acera, sin el gilipollas que, sea la hora que sea, escucha música a toda pastilla en el coche o en la casa molestando a los de al lado, sin el cacho de carne con ojos que para su vehículo donde está prohibido y más entorpece la circulación de los demás, sin el imbécil con cerebro de pulga que fuma en parques, lugares públicos cerrados o, sin ir más lejos, en el automóvil mientras lleva a su hijo a la guardería. Ni que decir tiene que utilizo el artículo masculino para enumerar a zoquetes merecedores de ser desterrados al desierto de Gobi que pueden ser tanto hombres como mujeres, que a la hora de nacer o hacerse tonto suele existir equidad de género.
La sensación es que con la llegada del buen tiempo –aunque para muchos, como servidor, lo idóneo en cuanto a climatología sería lluvia y frío un día sí y otro también– aumenta considerablemente el número de memos y de estúpidos. Yo me encuentro a diario a cenutrios como los descritos, y a otros muchos más. Pienso muchas veces que vivo rodeado de tontos, que los tipos cabales, coherentes, que actúan con lógica y merecen la pena son una excepción en este mundo cargado de seres despreciables. Imagino que a ti también te pasa. Seguro que las ganas de salir a la calle con una metralleta están extendidas. Pensadlo pero no lo hagáis. Igual nosotros en alguna ocasión hemos desatado el mismo deseo en el prójimo. Y aquí seguimos, vivitos y criticando, que para eso somos periodistas.