Una noche de febrero, en 1976, cuando el Granada CF disputaba un partido de Copa en el estadio Sánchez Pizjuán una espesa niebla empezó inesperadamente a caer hasta apoderarse de la totalidad del campo sevillista. Faltaban más de treinta minutos de juego, con cero a cero en el marcador, pero Carlos Tomás Romero, desplazado para radiar el partido, no se arredró y continuó la narración comentando como buenamente pudo lo que (no) veía. Es decir, antepuso su deber profesional y el mandato máximo de llevar al oyente lo que el oyente esperaba de él. Si se comenta con los jugadores la incidencia de aquel partido, todos llegan a la misma conclusión: “No se veía nada”.
Si los jugadores no veían nada en el propio césped, es de imaginar lo que (no) vería el comentarista instalado en la cabina de radio de aquella larga media hora de juego que aún faltaba, en la que, por paradoja, se marcaron los dos goles que han pasado a la historia del partido: uno a uno final. Años después, ‘Viejo Carloto’ (‘la Voz de Granada’, cuando la radio era la única ventana que permitía a los españoles imaginar, soñar y evadirse de la triste realidad cotidiana que envolvía a la sociedad española de los 40, los 50 y hasta los 60), al evocar aquella noche que describía como “una de tantas”, la enmarcaba en el deber del periodista: “El oyente había conectado ‘Radio Granada’ para escuchar las incidencias del partido, la noticia al segundo”. Apoyado en una máxima del periodismo de siempre: las dificultades del periodista para conseguir la noticia no son noticia. Un ‘gol’ fatalista y apagado que surgía de la grada más cercana a la portería defendida por el Sevilla avisaba: había marcado el Granada, dijo la radio. Un ‘¡goooooooooooool!’ estalló en el fondo de la portería defendida por Puente: la radio informó que había empatado el Sevilla.
‘El partido fantasma’, tituló al día siguiente en ‘Ideal’ Antonio Prieto, tan privado de visión y perspectiva como Carlos Tomás Romero para analizar, enjuiciar y escribir el balance de aquel partido. Prieto y Romero, como José Luis Piñero, como José Luis Codina, como Paco Vega, como los anteriores José de Vicente o Francisco Valenzuela, que les precedieron, las firmas y las voces más acreditadas del periodismo deportivo granadino. Piñero, el periodista humanista, el analista crítico. Codina, el hombre tranquilo, el juicio sereno. Paco Vega, quien dio la primicia histórica del cambio de rayas rojiblancas, de verticales a horizontales, que sigue dando que hablar casi cinco décadas después y que no supo valorar ni su propio periódico… Desde las cómodas redacciones de ahora, internet ilimitado y pantalla plana para seguir en tiempo real cualquier partido y comprobar en ese juego de espejos que son las tantísimas cámaras que han traído demonios como el VAR, uno no siente añoranza por aquellos tiempos pero sí por esas voces y esas firmas sacrificadas y vocacionales.
A todos ellos y su significación histórica ha galardonado la Federación Andaluza de Periodistas Deportivos. Los que inventaron el término del ‘jugador número 12’, que individualiza a la afición andaluza en general y a la sevillana en particular. Una gala del deporte a la que fui invitado para recoger la placa acreditativa. Tal vez, el jurado calificador no pensaba en ellos cuando honró mi nombre, lo que me llena de orgullo y satisfacción. Y, también, cómo no, de agradecimiento. Nunca utilizaría el ‘yo’ en estas circunstancias. Mi persona fue consciente durante toda esa gala de los nombres que eran auténticos merecedores del galardón. A ellos les debía haberme intuido el camino del periodismo. Desde estos días les debo también la placa que recogí yo en nombre de ellos. Gracias.