Por Enrique Abuín, asociado de la AEPD Granada.
Todas las generaciones acabarán inventando tarde o temprano Pedro Antonio. “Esto ya no es lo que era” dirán cuando sean engullidos por las fauces del puretismo, una fase de la que nunca jamás se puede volver. También añadirán un “en mis tiempos, esta calle era una fiesta”. Mala suerte hermano, nadie te va a devolver tu tiempo ni tu Pedro Antonio porque para eso tendrías que volver a ser el joven con ilusiones que eras antes de que te pasaras el día diciendo “no como antes”. Da igual, no tiene cura. A lo mejor, si los gobiernos pensaran algo más en el bienestar de la gente prohibirían la droga dura de la nostalgia que, junto a la música pop, es el opiáceo que más corazones ha destrozado.
Luego está el periodismo, tan deprimente que, por momentos, parece que se nos va a escurrir de los dedos y va a ir a parar directo al limbo de las profesiones perdidas. Quizás tenga razón Enric Juliana en que quienes lo ejercen ahora puedan ser los últimos vendedores urbanos de paja y alfalfa que conozcamos. De ser así, que nadie se rasgue las vestiduras cuando llegue el día del entierro porque la culpa esta vez no se le podrá echar al boogie.
Miles de gurús siguen buscando la fórmula y, hasta la fecha, ninguna funciona. ¿Qué le pasa al periodismo? Diagnósticos aquí y acullá intentan mantener con vida a un oficio denostado por méritos propios y ajenos que hoy más que nunca se encuentra en estado vegetativo, y que, supongo, no va a ser fácil revivirlo. El caso clínico es tan complejo que no estaría de más revisar el historial médico para intentar comprender por qué de la época dorada se ha pasado a la decrepitud en tan poco tiempo.
En este momento es cuando el experto de turno nos salpica con las palabras claves del rollo: crisis, mala praxis, intoxicación, sostenibilidad, formatos, nuevas herramientas, democracia, audiencia… En definitiva, toda esa palabrería barata del que mucho abarca y poco aprieta. Yo que entre Lennon y McCartney me quedo siempre con la duda, no me atrevería ni de lejos a hacer un análisis, pero sí quiero hacerme un par de preguntas. ¿Se le puede llamar periodismo cuando no se paga por ello? Y la del millón: ¿Para qué sirve el periodismo, es un trabajo de verdad o es más falso que el Caballo de Troya?
Ojalá encontréis vosotros las respuestas que no tengo y haya que ahorrarse contratar a las plañideras para los vendedores urbanos de paja y alfalfa. Prefiero seguir contando que cualquier tiempo pasado fue solamente pretérito, que ni antes éramos el Bayer Leverkusen ni ahora la última mierda que cago Pilatos y que hoy es siempre todavía en la redacción de un periódico de papel o en la barra de un bar de Pedro Antonio. Y si no, desmiéntemelo.
Ilustraciones: Juarma (juarma.com /@_Juarma_)